
—¿Qué tal con el director? ¿Ya
habéis quedado para ir a la cama?
—¿Por qué me insultas? —respondió
ella indignada—. Sabes muy bien que con ese hombre no tengo
nada, que solo se trataba de una cuestión de trabajo. Siempre insinuando, ¿no
te cansas una y otra de vez lo mismo? ¿Cuándo vas a hacer callar tu lengua
malévola en contra de mí?
Ella no dijo nada más, no deseaba
discutir, solo quería pensar en el trabajo que tenía por delante, centrarse en
sus cosas. Sabía que su marido había adquirido el hábito de despreciarla, y que
lo mejor era guardar silencio y hacer oídos sordos a lo que él dijera.
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