—¿Por qué no te
sueltas el pelo como aquella noche? —Él le quitó el pasador que sujetaba el
pelo y metió los dedos por su cabellera. Le movió el pelo hasta que quedó
suelto y fue cayendo sobre sus hombros. —Veinte años llevo recordando aquella
noche, Julia, mi amor. Cada minuto, cada segundo, es lo que me ha mantenido
vivo durante este tiempo, sin tocar a otra mujer. Te tenía en mi pensamiento,
te visualizaba… Cada noche me preguntaba cómo estabas, qué estarías haciendo.
Si me odiarías. Si te acordarías de mí...
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